El asombro es aquella capacidad que comparten niños, poetas y filósofos. Sin embargo, el asombro tiene un contenido que trasciende la poesía y la filosofía. ¿Qué es? La mística. ¿Acaso se requieren milagros extraordinarios para descubrir aquel ser magnífico detrás de cada obra? Cada movimiento del sol, que no sale ni se oculta nunca por el mismo lugar, la caída de la lluvia, la formación de un arco iris las formas siempre iguales y siempre diferentes de las nubes, son una muestra de la existencia de un ser que las trasciende.
Ya nos decía Fernando González en Viaje a Pie:
"Subiendo a pie la vertiente del Arma tuvimos la impresión nítida de la dureza y pesadez que nos atrae hacia la tierra. ¡Qué dificultad para elevarse! Somos hijos de la tierra y sus parásitos; nos liga a ella, como un cordón umbilical, la ley de la gravedad. Por momentos la abandonamos, nos parece que existe otro ser que nos llama hacia las alturas aéreas; nos parece abandonar todo lo terrestre y después caemos más definitivamente abrazados a su seno materno; somos únicamente materia dura, materia grave. Cuando levantábamos las piernas para trepar hacia Aguadas tuvimos la impresión nítida de la atracción terrestre. Esta esfera dura es nuestra cuna y nuestro sepulcro. ¿Por qué deseamos abandonar esta madre? ¿Por qué los ímpetus de elevarse? ¿Por qué el Santo y el Héroe? Es un indicio, un leve indicio, de que hay en nosotros algo que no es terrestre. Ese leve indicio ha creado la metafísica y el misticismo." (González-Ochoa, Fernando. Viaje a Pie. Versión digital en http://www.otraparte.org/ideas/1929-viaje.html)
Esta foto nos muestra "el Templo del Sol". Este "templo" se encuentra en las ruinas de Macchu Picchu en el Perú. La parte frontal está alineada con la salida del sol en el solsticio de verano en el hemisferio sur (21 de Diciembre) y la lateral con el de invierno (21 de Junio) en dicho hemisferio. Aunque vivo en el trópico demasiado cerca al ecuador, he logrado observar esas diferencias por las posiciones solares. Adicionalmente, con un poco de lectura he relacionado esas diferencias a los periodos de sequía y de lluvía. ¿Por qué? La máxima evaporación se produce cuando el sol se encuentra perpendicular a la tierra, en ese momento la presión baja al extremo en esa latitud, asciende el aire y cuando llega a la tropopausa seco desciende hacia las latitudes circundantes disminuyendo la evaporación. De esa forma, en la medida en que el sol se encuentra más elevado en el cielo, más elevada es la evaporación en los países tropicales.
Los incas lograron intuir esta interrelación entre la posición solar, que el templo del sol, les permitía seguir las temporadas de sequía (solsticio de invierno 21 de Junio) y las de lluvia (solsticio de Verano 21 de diciembre). Estos ciclos vitales denotan los flujos de la existencia humana, la esencia de la naturaleza que entre opuestos y contrarios genera profundas auto-semejanzas fractales. Esto, para cualquiera con una mínima capacidad de asombro, lo lleva al extremo del éxtasis, al misticismo si se quiere como nos decía Fernando González. Los primeros filósofos, cuando empezaron a razonar, utilizaron los elementos de la naturaleza como el sustrato del ser. Los libros modernos de meteorología y climatología hacen una referencia a esta primera aproximación intuitiva de la realidad.
El viento, el aire, el fuego, el agua y la tierra que producen vida y muerte, belleza, poesía. Los primeros filósofos se asombraron de una naturaleza maravillosa, que seguía ciclos semejantes pero inciertos. Lo mismo hoy me asombro de la belleza de un atardecer, del cielo azul, de las montañas y las nubes como algodón. Todas diferentes pero auto-semejantes, conocidas pero a la vez sometidas a un halo de incertidumbre propio de su permanente creatividad.
Algo nos dicen estos ciclos, algo nos dicen los solsticios y equinoccios, algo nos dice la estética de los flujos auto-semejantes producidos por opuestos y contrarios. Algo nos dicen la noche y el día, la lluvia y la sequía, las nubes y el cielo, el calor y el frío, la poesía y la razón, el arte y la contemplación... Tanta belleza debe provenir de algo que, en sí mismo, sea bello, ordenado y artista, creativo y racional. Un creador capaz de regalarnos maravillas poéticas permanentes, milagros cotidianos que nos hagan vivir una vida de belleza y asombro agradecido.
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