“Padre, bendíceme. Que yo siempre te sea fiel como el pie al paso, como el paso al camino, y como el camino hacia Ti en pensamiento, palabra y obra. Haz tu corona de amor como Cristo con el oro de la humildad y los diamantes del sacrificio”
Cuando uno lee esa oración se imagina que la escribió un místico como San Juan de la Cruz, o Santa Teresa, Tal vez un Santo Tomás inspirado o un San Agustín con locura de amor. Pero ninguno de ellos es el autor de esa frase. No viene tampoco de ninguno de aquellos fariseos actuales que se llaman a sí mismo los "buenos y justos". No viene de esos que siempre están en postura arrobada mirando la cruz hipócritamente diciendo "señor, señor" (¿se acuerdan de esta frase del evangelio?)
Más complejo aún: ¡viene de una vida desesperada! Muy probablemente en Colombia nadie lo asociaría con esa frase sino más bien con unas sátiras a la religión. Inclusive tuvo escándalos públicos que lo llevaron a la excomunión. ¿Quién era este hombre? Era Gonzalo Arango. ¿Gonzalo Arango? ¡Gonzalo Arango! (Véase en Del Infierno al Paraíso)
Un poeta agudo y sensible, de una mordacidad tremenda como su reportaje, crónica o como se llame a Cochise -El ciclista-. Quizás el único poeta que ha tenido Colombia verdaderamente como tal. Bueno, quizás el que tuvo una existencia más intensa. De hecho en su Manifiesto Nadaísta escribe "Se ha considerado a veces al artista como un símbolo que fluctúa entre la santidad o la locura. Queremos reivindicarlo diciendo de él que es un hombre, un simple hombre, que nada lo separa de la condición humana común a los demás seres humanos." (Manifiesto Nadaísta)
Efectivamente un hombre como todos los demás, que simplemente abrió su corazón al camino, abrió su corazón a Cristo. Lo abrió y se confesó, públicamente, pues ese espíritu picó a varios Antioqueños de la época. Y en sus confesiones negó a Dios, lo criticó, hasta que en su incansable tarea concluye "Pero la verdad no tiene que pisotear sobre nada, porque Es, y no necesita ser justificada. La verdad no puede ser relativa: es o no es." (Retorno a Cristo). Es que podemos esperar de Dios lo que sea, insultarlo, difamarlo, negarlo, cuestionarlo, retarlo -lo digo especialmente porque también lo he hecho- pero Dios no deja de Ser Dios. Y en su esencia más absoluta es Amor. ¡Y UN AMOR INFINITO Y HERMOSO! ¿Para qué retar el AMOR y no conocerlo? ¿Para qué conocerlo si es imposible? ¡MEJOR VIVIRLO!
Me parece que Gonzalo siguió el camino de Kierkegaard, reconocer su desesperación para luego simplemente hundirse en Dios. Reconoció su cruz, renegó de ella, reconoció lo que era la existencia, su vocación: “Yo, Gonzalo Arango, tirano del mundo, me sentencio a la PENA CAPITAL de pasar la vida frente a una máquina de escribir escribiendo la palabra MIERDA por los siglos de los siglos...” (Del Infierno al Paraíso). Para finalmente reconocer que hay que seguir a DIOS como el pie al paso y el paso al camino hacia ÉL.
Ese era Gonzalo, criticaba el amor porque lo buscaba intensamente, reconocía su propia desesperación "“El hombre sólo puede nacer del parto con dolor de su propio ego” (Del Infierno al Paraíso). Y así poco a poco se encontró con el Amor, con el Camino, con la Vida. Dios bendiga a Gonzalo Arango muy especialmente y a Fernando González, Nietzche, Dovstoievski, Kierkegaard, Epicuro, Sócrates, Platón, etc., porque sin su búsqueda, fértil o estéril me han permitido comprender la ventaja del camino y del padecimiento de uno mismo... y para tomar una idea de Antonio Machado puedo concluir:
¡AMANTE, NO HAY AMOR, SE VIVE EL AMOR AL AMAR!
"Golpe a Golpe, Verso a Verso."
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