SEGUNDA PARTE. MITOLOGÍA ESTATAL.
1. PRIMER MITO: El estado es una institución soberana que genera el mantenimiento del poder y por ende el mantenimiento del bien común.
El estado no es más que una ficción para sostener que el "poder brutal" está en cabeza de una persona jurídica externa al líder o mandatario actual. El mito de la soberanía del estado sostiene que, para lograr la continuidad en la búsqueda del "bien común", es necesario "crear" una "institución" que logre la continuidad del mismo.
Creo que el muy aquí criticado Guillermo de Ockham tiene una ventaja acá con su navaja: hay que cortar el estado para ver qué es lo que realmente existe. Lo que realmente existe no es más que "poder brutal" enmascarado entre declaraciones, leyes y constitución; que es infalible para algunos "juristas" que nunca han leído a Sócrates porque no es "padre" de la "patria" como Santander...
Inclusive de la lectura previa del mismo Hobbes observamos que el gobierno no está en una persona jurídica sino en un hombre o asamblea de hombres. Por eso, no existe como tal esa institución, sino un conjunto de personas que ejercen el poder. Para corroborar esta tesis tenemos al anarquista norteamericano Lysander Spooner en su obra “El derecho natural: la ciencia de la justicia”[1] nos da muchas luces acerca del paso de ser considerados ladrones, al nacimiento el estado:
La respuesta a esta pregunta es que, a lo largo de toda la historia, siempre que un pueblo ha superado el estado salvaje y ha aprendido a aumentar sus medios de subsistencia a través del cultivo de la tierra, ha habido un número, más o menos grande de hombres, en el interior de este mismo pueblo, que se ha asociado y organizado en bando de asaltadores para despojar y dominar a los demás hombres que tenían acumulado algún bien que era posible arrancarles, o que habían demostrado, con su trabajo, que se les podría obligar a contribuir al sustento o al placer de aquellos que se preparaban para dominarlos. Estas bandas de ladrones, inicialmente en pequeño número, aumentaron su poder uniéndose unas con otras, inventando armas y una disciplina guerrera, perfeccionando su organización de manera que constituyeron un ejército y dividieron entre ellos el producto de sus saqueos (incluidos los prisioneros), según una proporción acordada de antemano, o según las órdenes de los jefes (siempre deseosos de aumentar el número de sus clientes).
Estas bandas de ladrones no tuvieron dificultad para triunfar, dado que aquellos a los que despojaban y dominaban se encontraban comparativamente sin defensa; se dispersaban por la región totalmente invadidos, y sirviéndose de instrumentos rudimentarios y mediante un duro trabajo, arrancaban con esfuerzo su subsistencia de la tierra; no poseían otras armas de guerra aparte de palos y piedras; ignoraban la disciplina y la organización militar, y no disponían de medios que les permitiesen concentrar sus fuerzas o actuar coordinadamente cuando se veían atacados por sorpresa. En estas condiciones, la única solución que les quedaba para salvar cuando menos su vida o la de sus hijos era la de ceder no solamente las cosechas y la tierra que cultivaban, sino también sus propias personas y los miembros de sus familias, reducidos a la esclavitud.
En adelante su suerte consistiría en cultivar para otros, como esclavos, la tierra que hasta entonces habían cultivado para sí mismos. Como estaban constantemente obligados a trabajar, la riqueza iba creciendo poco a poco, pero caía por entero en manos de los tiranos. Estos tiranos, que vivían sólo del saqueo y del trabajo de sus esclavos, y dedicaban toda su energía a capturar nuevos botines y a someter a otros seres humanos indefensos; y que, además de lo dicho, aumentaban en número, perfeccionaban su organización y multiplicaban sus armas de guerra, estos tiranos, decía, prolongaron sus conquistas hasta tal punto que, hoy, les es necesario actuar de manera sistemática y cooperar entre sí tanto para conservar lo que ya poseen como para mantener a sus esclavos en la sumisión. Ello sólo es posible por medio de la instauración de lo que llaman un gobierno y de la proclamación de lo que llaman leyes.
Todos los grandes gobiernos de la tierra - los que hoy existen como los que han ido desapareciendo - han tenido el mismo carácter. No pasan de simples bandas de ladrones que se han asociado con el fin de despojar, conquistar y someter a sus semejantes. Sus leyes, como acostumbran a llamarlas, no son más que pactos que juzgan útil concertar entre sí con el fin de conservar su organización, de ponerse de acuerdo para despojar y dominar a los demás, y de garantizar la parte del botín a repartir. Tales leyes no pueden obligar más que los pactos que los asaltadores, bandidos y piratas establecen unos con otros a fin de perpetrar más fácilmente sus crímenes y poder compartir con la máxima tranquilidad el producto de sus robos. Así, por tanto, en lo fundamental, toda la legislación del mundo tiene por origen la voluntad de una clase de hombres empeñados en el expolio y la dominación de los otros, la manera de como hacer de estos últimos propiedad suya.
1.1 El “estado de derecho.”
De estos mitos encontramos se deriva la tesis del estado de derecho A su vez, ese poder brutal tiene otro mito y es el denominado "estado de derecho". Se sostiene que el poder absoluto -soberanía- está sometido al "derecho" y ¿qué es el derecho? Pues lo que el poder "soberano" diga… Y ¿qué es el estado de derecho? Pues simplemente que el estado haga lo que diga… ¿qué puede decir? Que los judíos no son personas y merecen torturas… ¿O no Hitler? Tan absurda es la tesis del estado de derecho que puede leerse claramente en Hobbes: “como cada súbdito es autor de todos los actos y juicios del soberano, cualquier cosa que el soberano haga no puede constituir injuria para ninguno de sus súbditos y ni debe ser acusado de injusticia.”[2]
1.2 El "estado de bienestar"
En Colombia con la constitución de 1991 surge el estado de bienestar. Aparte del sueño hermoso que se plasma en ese piropo de obrero que es la Constitución de 1991: resuelve todos los problemas del mundo y en manos del estado. Increíble, hemos llegado tan bajo en política con esta "constitución" que es como si a las mujeres les resultara agradable el piropo de "amor puro" que les lanza un obrero.
Esta constitución tiene pretensiones inmensas. Dios desaparece y cualquier olor a incienso, venga de quien venga, es fuertemente reprimido por la opinión pública. Desaparece Dios porque es "incapaz" de resolver los problemas humanos cuya solución supuestamente queda en manos de unos cuantos miles de burócratas. El estado que es más bien el poder brutal que tiene en sus manos unos miles de burócratas resolverá "el mínimo vital" de todas las personas.
Supongamos que esos burócratas organizados sean una entidad persona jurídica aparte y presumamos su buena fe: las "científicas" condiciones ideales. En esas circunstancias ¿cómo es posible que unos cuantos miles resuelvan el problema de 50 millones?
Asumiendo la posibilidad de la bondad del estado en este caso, ¿es eso posible? O como preguntaría el genial preguntón de Atenas citado por el desvergonzado envigadeño:
Sócrates: Decidme, pues, ¿irían mejor las cosas si uno solo tuviese muchos oficios o si cada uno se limitase al suyo?[3].
[1] SPOONER, Lysander. “El derecho natural: la ciencia de la justicia” En Wikisource tomado de http://es.wikisource.org/wiki/El_derecho_natural:_la_ciencia_de_la_justicia 08/10/2009 02:39 p.m. Capítulo III. El derecho natural contra la legislación. Segunda parte del Capítulo.
[2] Ibidem. Pág. 38
[3] GONZÁLEZ, Fernando. Una Tesis - El derecho a no obedecer. Medellín, tercera edición, Universidad Pontificia Bolivariana, marzo de 1995. Versión en doc. Tomada de http://www.otraparte.org/ideas/1919-tesis.html 22/08/2009 12:57 p.m. Pág. 11 Citando el Coloquio II de la República.
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